Se nos ha olvidado que la confianza del ciudadano en las instituciones es el activo más importante en una democracia. Ahora bien, en Colombia lo curioso es que el defensor número 1 de la democracia, es decir, el presidente es el jefe en deslegitimar, profanar y culpar a las instituciones cuando no están de acorde con su capricho del momento, desde culpabilizar a la justicia por supuestamente estar politizada, un congreso que no le funciona o le paraliza sus reformas hasta supuestos golpes de estado que le van a realizar. Una pregunta: ¿desde cuándo un mandatario es el activista por excelencia en deslegitimar las instituciones? Obviamente, Petro como líder supremo e histórico lo tenía que hacer. Sin embargo, lo que dejará este gobierno será una crisis (más del listado) importantísima: la desconfianza institucional.
Evidentemente todos esperábamos que a estas alturas del período presidencial muchas de las grandes promesas del mesías cumplidas pero la realidad es otra: un gobierno que ha cambiado la diplomacia por un megáfono, las políticas públicas por transmisiones eternas de consejos de ministros, la reparación histórica por culpar a otros gobiernos supuestamente “ineficientes”, el manejo de las finanzas públicas como un juego de monopoly, la política de paz total por una fuerza pública ineficiente y negociaciones con grupos ilegales sin efecto alguno (entre muchas más). Sin embargo, dónde está el Petro demócrata que prometió cuidar las instituciones, la democracia y nunca convocar a una asamblea constituyente. Tal vez, se quedó en la campaña. La pregunta esencial es: ¿Tú crees en las instituciones colombianas?
Las estadísticas cada vez demuestran que el ciudadano se encuentra más lejos del Estado y con mayor descontento, desconfianza e incluso apático. Las próximas campañas presidenciales más allá de prometer el mismo discurso de mayor seguridad, educación y cantidad infinita de temas, deberían poner la lupa en cómo hacer que el Estado colombiano sea confiable para el ciudadano. Es imposible desconocer que es una tarea complicada, difícil aún más cuando la desconfianza es histórica gracias al gobierno de la Potencia Mundial de la Vida.
Todo empieza por el cambio de la figura presidencial de activista por la de un defensor de la democracia, es decir, que su Razón de Estado sea la acatar la ley, el respeto por las instituciones y ejercer sus funciones fundamentales: gobernar y ejecutar. Así pues, los resultados cuando se ejecuta con rigor y eficiencia son políticas públicas focalizadas cuyo propósito sea responder a los dolores más relevantes de los colombianos: la seguridad, la salud y el empleo. Donde se priorice la co-creación con el ciudadano quien es el mejor conocedor de su problema público que día a día lo experimenta en carne propia. De igual manera, es necesario volver a un Estado transparente y con una política de cero tolerancia hacia la corrupción. Ojalá el próximo gobierno sea fiel al siguiente mantra: que el ciudadano confíe cada vez más en el Estado.


0 comentarios