En las escuelas de gobierno se nos ha enseñado y educado para ser policy makers por medio del diseño y ejecución de políticas públicas que deben tener visión de país, rigor y ética. En Colombia, el gobierno Petro ha cambiado el hacedor de política pública por la politiquería, donde se prioriza los intereses electorales, la improvisación, corrupción, escándalos y espectáculos mediáticos. La tendencia de la politiquería no es positiva sino creciente en su máxima expresión y sin precedentes, el ejemplo más claro es ver las noticias y como diría una canción de salsa famosa: “Oiga, mire, vea” el error u horror diario por parte de la Colombia Potencia Mundial de la Vida.

Al ciudadano que vive en carne propia los problemas públicos que el “mesías” de Petro prometió acabar no le importa los discursos o los espectáculos de televisión llamados consejos de ministros. Sino soluciones reales, contundentes y efectivas, es decir, menos charla y más trabajo. Este gobierno se especializo y saco doctorado en quejarse de los gobiernos anteriores, de los stakeholders y siempre tener un culpable ante cualquier crisis. ¿Qué se le pide al gobierno y para qué fue elegido? Es simple y sencillo: transformar realidades públicas y aunque suene utópico mejorar la calidad de vida del ciudadano.

Examinemos la problemática de innovación pública

En un mundo que simplifica los tramites y pone al ciudadano como co-creador de política pública en Colombia seguimos pidiendo cédulas ampliadas, la fotocopia de la fotocopia y a quien no se le hace una tortura hacer algún trámite ante alguna entidad pública. A uno le dicen: “mejor pida el día”. Mientras que el Gobierno Nacional se enorgullece de las palabras gobierno abierto y transformación digital seguimos en una Colombia casi prehistórica. La OCDE nos da luces que el 83% de los trámites son de carácter presencial y los presupuestos para modernizar el Estado no tienen resultados proporcionales con la realidad. Al problema le debemos sumar que en Colombia el empleado público más experto es aquel que perdura más tiempo en una organización mientras lo que se debería premiar es la capacidad de innovación. Los países lideres en innovación son contundentes en generar organizaciones públicas con capacidad, recursos y cursos de acción transformadoras del Estado y en nuestro país se nombra al ministro de las TIC a dedo y por favor político.

La falta de tener innovación pública robusta y como política de Estado sin distinción política crea incentivos perversos empezando por la desconfianza institucional del ciudadano que en el gobierno Petro ha incrementado. La corrupción y el clientelismo se vuelven el común denominador cuando los tramites lentos, ineficaces y sin sentido son el diario vivir del colombiano. Y la brecha digital se pronuncia aún más.

La innovación tiene una relación clara con mayor democracia y un mejor gobierno. El colombiano (y me incluyo) está cansado de las siguientes palabras: “no hay sistema, tenía que traer algún documento físico o vuelva mañana”. La ineficiencia en materia de innovación es un catalizador de desigualdades, corrupción y colapso. El llamado de atención debe ser menos charla y más trabajo en innovación pública pero la politiquería y el show es más importante.

Tener un gobierno abanderado por la creación de un Estado innovador no debería ser visto como una gran hazaña, propuesta o heroísmo sino el mínimo actuar de un país que sabe, cree y ejecuta teniendo en cuenta que sus ciudadanos son el centro de las soluciones públicas. En el gobierno de “todos”, de la justicia social y la Potencia Mundial de la Vida la realidad son las filas, las crisis, los sistemas de información prehistóricos, empleados públicos sin capacidades e innovación plenamente rezagada por la politiquería. Ojalá algún día la innovación pública deje de ser palabras y se convierta en realidad por medio de experticia y rigurosidad que se merece cada colombiano.