Desde abril de 2022 no tenía la oportunidad de realizar un viaje largo por tierra en Colombia. En esa oportunidad regresábamos a vivir a Bogotá después de 3 años y medio, muy felices, en Valledupar. Esta semana volvimos a hacerlo y salimos de La Mesa, Cundinamarca, a Cali, Valle del Cauca. ¡Qué viaje! ¡Qué placer manejar por vías bien cuidadas y muy bien señalizadas! Pagamos con gusto los peajes, se ve ahora que la platica la invierten de manera adecuada.
Los paisajes de Colombia son únicos. Vimos los contrastes entre las partes planas de Tolima, Risaralda, del Valle del Cauca y el Alto de La Línea. Pasamos por varios climas, vimos cómo la vegetación cambiaba y cuando nos encontramos con la Palma de Cera del Quindío al frente nuestro, quedamos boquiabiertos, fascinados. Como ustedes bien saben, mi esposa es extranjera, y eso nos lleva a que constantemente comparamos lugares, maneras de hacer las cosas, comidas, etc. Pues en este viaje hicimos lo mismo y los resultados en favor del país fueron evidentes. El hecho de contar con doble calzada en la gran mayoría del trayecto ya de por sí genera un impacto diferente. Hay alternativas para sobrepasar camiones y buses, quedas con la sensación de que rinde, porque rinde.
Disfrutamos un almuerzo delicioso, chuleta valluna, continuamos el camino y llegamos a Cali. ¡Qué linda que está Cali! Nos impactó positivamente su limpieza, hay tráfico sí, pero nada grave. A Cali no veníamos desde octubre del 2019, cuando temas laborales nos permitieron visitarla; entonces nos llevamos una muy buena imagen de la ciudad, pero pasada la pandemia y los temas de orden público, nos sorprendió lo que encontramos. Estuvimos en la Plaza Caicedo, visitamos el monumento a Sebastián de Belalcázar, el Santuario de la Virgen de Fátima, la Plaza Varela, nos hemos movido por barrios como La Flora, Chipichape, Santa Mónica, Granada, Santa Teresita, recorrimos el oeste, los alrededores del rio Cali y del zoológico, todo se ve muy bien. Hay mucho verde, árboles por todas partes, gente alegra y que sonríe, hasta quienes trotan por las mañanas sacrifican algo de aire cuando te dicen, “buenos días”. La amabilidad del caleño no está en entredicho y menos dudar en si son o no buenos anfitriones; son generosos con su tiempo, te atienden, muestran su afecto en cada cosa que hacen y dicen. Es un gusto experimentar esta Cali pujante que te abraza, que te hace sentir querido, como en casa.
Ya en Cali hemos comido aborrajados, marranitas, papas rellenas, kibbes, chuleta valluna, una deliciosa comida árabe, caminamos por el centro comercial Chipichape y nos invitaron a un restaurante sencillamente exquisito: Platillos Voladores; recomendadísimo, sus entradas -spring roles de chontaduro y chicharrones acevichados-, así como el encocado de pescado y camarón y sus ceviches, están para chuparse los dedos. Y de postre, un pecan pie delicioso. Mejor dicho, ¡me dio hambre sólo de recordarlo! ¡Cuando estén en Cali vayan que vale mucho la pena!
Mientras tanto, que no “panda el cúnico”, como diría un famoso filósofo mexicano. El proceso judicial al presidente Uribe arrojó sentencia esta semana de primera instancia. Puede haber apelación ante el tribunal y casación en la Corte Suprema de Justicia. 2 etapas más. Nos quedan varios años de proceso y en las instancias que faltan los conocimientos de los jueces los hacen profesionales mucho más robustos. Estamos seguros de que, en ese momento, dichos magistrados harán prevalecer el Derecho sobre los intereses mezquinos que, hasta ahora, se interpusieron entre la verdad y la venganza de unos señores a los que Uribe judicializó merecidamente. Tranquilidad, sensatez, unidad, eso es lo que debemos poner en práctica para apoyar a Álvaro Uribe en estos momentos difíciles, pero ojo, no definitivos. Todo va a estar bien, es cuestión de tiempo. Faltan un desgaste grande, pruebas, diligencias, maniobras jurídicas, de todo; pero al final, la verdad saldrá a la luz y las cosas quedarán en orden; aquel orden que han intentado romper y que luchará con toda su fuerza para impedirlo.


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