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El poder de la razón

por | Jun 8, 2025 | Opinión | 1 Comentario

Hoy, donde nuestros dirigentes confunden autoridad con gritos y poder con violencia —desde despachos presidenciales hasta oficinas corporativas—, la figura de Don Vito Corleone emerge desde la ficción como una incómoda paradoja: un criminal que nos recuerda que el respeto no se impone con armas, sino con inteligencia.

 

Don Vito Corleone, el legendario Padrino de la familia Corleone. Un hombre que, pese a estar inmerso en un mundo criminal, nos enseña —con inquietante claridad— el valor de la inteligencia, la persuasión y la racionalidad como formas superiores de liderazgo.

Don Vito es una figura que no necesita gritar para ser escuchado. Su autoridad no proviene de la fuerza bruta, sino del respeto que ha construido pacientemente. Inmerso una cultura donde muchos se apresuran a disparar primero y preguntar después, él representa una forma de poder que prioriza el diálogo, la negociación y la previsión. Sabe que matar es fácil, pero mantener alianzas es un arte. Y en eso, es un maestro. Su frase más célebre —“Te haré una propuesta que no podrás rechazar”— es menos una amenaza que una declaración de estrategia: sus palabras están tan bien construidas, su lógica tan bien afinada, que oponerse a ellas es simplemente ir en contra del propio interés.

 

El Padrino no es un ideal moral. Pero sí es un ideal estratégico. Su poder es cognitivo. Observa, escucha, espera. Sabe cuándo hablar, cuándo callar, cuándo ceder y cuándo exigir. Y, sobre todo, sabe que la violencia es el último recurso de los que han fracasado en convencer. Él, en cambio, rara vez necesita llegar a ese punto. Aun teniendo a su disposición hombres armados y recursos infinitos, prefiere convencer con una mirada, con una historia bien contada, con una verdad envuelta en sabiduría.

 

La razón por la que sus interlocutores ceden no es por temor inmediato, sino por la certeza de que resistirse a sus propuestas implicaría un costo más alto que aceptarlas. No porque los amenace explícitamente, sino porque ha construido una reputación en la que su palabra vale más que una bala. En Don Vito, la persuasión se convierte en un arte casi sagrado: cada decisión se basa en una comprensión profunda del ser humano, de sus deseos, temores, lealtades y debilidades.

 

En una escena inolvidable, cuando un padre desconsolado acude a él pidiendo justicia por su hija agredida, Don Vito no responde con furia. Responde con dignidad. Le recuerda que nunca antes se había acercado a él, que lo había evitado. Pero, aun así, le ofrece ayuda. No porque esté obligado, sino porque entiende el valor de la deuda moral. Porque sabe que cada favor bien dado se convierte en un lazo duradero. Esa es la política de la razón: construir relaciones basadas en necesidades mutuas, no en el miedo.

 

Y es aquí donde su figura se vuelve fascinante para cualquier reflexión contemporánea sobre el poder. Hoy, muchas figuras públicas actúan como si el respeto se pudiera imponer. Como si liderar fuera sinónimo de dominar. Como si bastara con tener más fuerza, más seguidores, más armas —reales o simbólicas— para tener la razón. Pero el respeto genuino solo se consigue cuando el otro, aun pudiendo disentir, prefiere escucharte. Cuando tu propuesta es tan coherente, tan humana, tan bien pensada, que simplemente no puede ser rechazada.

 

La lección de Don Vito es incómoda porque nace desde la sombra. Pero su luz brilla precisamente allí: en mostrar que incluso en los escenarios más crudos, la inteligencia puede prevalecer sobre la violencia. Y si él, un mafioso, puede convencer sin necesidad de disparar una sola bala, ¿por qué tantos líderes —en política, empresa, academia o familia— siguen recurriendo a la imposición cuando podrían apelar a la razón?

 

El poder de la razón no es inmediato ni estridente. No se impone con fuerza, sino que se insinúa con inteligencia. No esclaviza, sino que compromete. Y su mayor virtud es que permanece. Las balas matan, sí, pero la razón transforma. Y una mente lúcida, cuando habla desde la firmeza de sus convicciones y la claridad de sus argumentos, puede construir imperios más sólidos que cualquier ejército.

 

En una actualidad saturada de gritos, amenazas y demostraciones de poder vacío, la figura de Don Vito Corleone nos invita a repensar cómo ejercemos nuestra influencia. No se trata de justificar sus actos, sino de rescatar una verdad profunda: convencer es más difícil que someter, pero infinitamente más poderoso. Porque quien domina con violencia muere con el miedo de ser traicionado. Pero quien lidera con sabiduría deja huellas que ni la muerte puede borrar.

 

Y así, con voz pausada, mirada serena y un ligero gesto de cortesía, Don Vito nos preguntaría, sin levantar el tono:

 

“¿Puedes rechazar esta propuesta?”

Gerardo Angulo

Gerardo Angulo

Ingeniero Industrial, Magister y Doctor en Innovación y desarrollo tecnológico. En la actualidad se dedica a la docencia e investigación en Educación en Ingeniería, Innovación e Inteligencia Artificial

1 Comentario

  1. El liderazgo de los sabios es distinto al poder , a la ley y el.orden del sistema criminal , el sistema académico impuesto nos hace creer que el jefe debe ser un gruñon ,

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